Utilizar la ropa nueva sin haberla lavado previamente puede acarrear problemas de salud.  En primer lugar, algunas personas desarrollan una dermatitis alérgica cuando su piel entra en contacto con algunas sustancias, en especial con los tintes que se emplean como colorantes en fibras sintéticas como el poliéster, el nailon y el acrílico.  Estos tintes, también llamados “colorantes dispersos” se encuentran en altas proporciones en la ropa nueva y son causantes de las erupciones en la piel propios de la dermatitis. La dermatóloga Susan Nedorost, de la Universidad de Case Western Reserve, ha comprobado además que la sudoración y la fricción con la ropa hace que los tintes se pasen de las prendas a la piel, y teniendo en cuenta el alto grado de popularidad que hoy en día tiene la ropa sintética y ajustada, con materiales brillantes, elásticos y repelentes al agua, su uso ha generado dermatitis alérgica de contacto a muchas personas.  De otro lado, si alguien tiene una herida abierta y el tinte llega a filtrarse hasta esa zona, se puede activar su sistema inmunológico ocasionando una sensibilidad duradera, es decir, la herida no cicatrizaría fácilmente. Para reducir el riesgo de padecer estas incómodas reacciones, la especialista afirma que al lavar la ropa nueva se pueden reducir los niveles de exposición al producto químico que ha sido utilizado como colorante.

Otros estudios han informado de la presencia de ciertos compuestos químicos en la ropa como la quinolina, las nitroanilinas y los benzotiazoles los cuales se han relacionado con posibles efectos adversos para la salud, incluido el cáncer, pues la piel tiene capacidad de absorción y estos químicos se encuentran presentes en las prendas, principalmente en los colorantes y en otros productos utilizados en la industria textil como repelentes de manchas, fijadores de color, agentes antiarrugas, potenciadores de suavidad, impermeabilizantes, etc.  Lo que resulta más preocupante es que los fabricantes de ropa no están obligados a revelar nada de esto a sus clientes, pero de estos productos existe muy poca o ninguna investigación que respalde su seguridad.

Otro aspecto a tener en cuenta es el proceso de almacenamiento de la ropa nueva la cual puede estar guardada por largos periodos de tiempo durante los cuales puede recibir desde polvo del medio hasta bacterias y gérmenes de diferente orden que también pueden afectar nuestra salud.

Lo que está a nuestro alcance es lavar la ropa antes de usarla para reducir el contenido de químicos residuales que quedan en las prendas después de su fabricación, así como las bacterias que se le han impregnado a consecuencia del manejo, la exhibición o el almacenamiento.

Desde otro punto de vista, también existe una contaminación en la ropa causada por los diferentes estados anímicos y energéticos de todas las personas que se han probado una misma prenda y la han regresado al mostrador hasta que por fin alguien decide llevársela.  Esa contaminación de la que la ciencia no da información, pero que hemos aprendido a intuir y a evitar, también nos conduce a la necesidad de lavar la ropa que, aunque parece nueva, ya muchos otros se han probado.