La mayor farmacia que existe es la naturaleza misma. Nos proporciona todos los medicamentos que necesitamos para mantenernos saludables.
Somos hijos de la Tierra ¡somos tierra! Los mismos componentes de la tierra, forman nuestros huesos, nuestros músculos, nuestra sangre, nuestras fibras nerviosas… Cuando hay disminución o deficiencia de uno de estos componentes en nuestro organismo, enfermamos.
Hay un componente que es el sumun de todos los demás; que es el fruto de la mutación alquímica que realiza la naturaleza, y que se encuentra especialmente en los bosques que no han sido modificados por la mano del hombre.
Cuando una semilla (en latín semen), sometida a los diferentes factores ambientales, sufre un proceso de descomposición, de él se desprenden vapores seminíferos, que saturan el ambiente aéreo que les rodea.
El aire de los bosques vírgenes, está henchido de sutiles vapores etéreos, que se desprenden de las incomparables alfombras de vegetales y semillas en descomposición. A este vaho prodigioso dentro del taoísmo, se conoce como FITOGEN.
Quien accede a esta panacea, cambia la frecuencia vibratoria de su materia y lo vuelve más espiritual. Este vaho sagrado tiene el poder de curar la ansiedad, el estrés, la hipertensión arterial, fortalece el cerebro, la memoria, mejora el sistema inmunológico y sanas enfermedades incurables.
En Okinawa, lugar de longevos, se accede a esta bondad a través del “baño de bosque”. Para ello, elige el bosque menos concurrido, dispone al menos de dos horas, aparta tu mente de las preocupaciones cotidianas, camina sin prisa, siéntate un momento, cierra tus ojos y respira hondo… deja que la salud invada tu cuerpo y tu alma.